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Una vida entre masas de María Luisa y Jorge

Jorge Barra es maestro panadero y pastelero, oficio que aprendió de joven –primero elaborando pastas- y que retomó hace dos décadas, esta vez, junto a esposa.

Hace ya 20 años que Jorge Barra se instaló con “Amasandería Luisita” en la esquina de José Luis Coo con Nemesio Vicuña, un negocio familiar el que también lo acompaña su esposa María Luisa, local que se destaca por sus productos frescos y caseros, que van desde la venta de tradicionales hallullas, marraquetas, pan amasado, a berlinés, brazos de reina, pasteles, tortas, küchen, pie de limón, chilenitos, pan de huevo, entre otros, siendo la empanada de pino “con carnecita picada” una de las más demandadas por la clientela.

            “El primer trabajo que tuve fue a los 17 años, en una fábrica de masas, con un jefe italiano, que me llevó incluso varias veces a su país. Con él aprendí mucho, y me formé como maestro en la preparación de fetuccinis, ravioles, lasañas, etc., para luego independizarme”, comenta don Jorge en relación a sus inicios en este rubro. “En eso estuve como 36 años, me iba bien, pero por cosas de la vida, entré a trabajar después a una isapre, en labores administrativas”, agrega.

Tras 8 años, y por motivos de reducción de personal, queda desempleado, y uno de los hijos de quien fuera su “jefe” en su primer empleo, -que además era su amigo- le dice: “me voy a Italia y tengo todas las maquinarias. ¿Te gustaría quedártelas?”, a lo que don Jorge accede, razón por lo que decide una vez más, volver al trabajo con el que inició su vida laboral, ahora eso sí, más orientado a la panadería y pastelería.

De esta forma es como se instala con una amasandería en La Florida, donde estuvo dos años, puesto que un supermercado se construyó al poco tiempo en las inmediaciones, lo que afectó al negocio. Buscando un nuevo lugar, llega al local de Nemesio Vicuña con José Luis Coo – que antes fue una fuente de soda y botillería- al que ya desde hace dos décadas llega muy temprano en la mañana, a las 5.30 am, para comenzar a amasar y dejar todo listo, para que luego el maestro que le ayuda se dedique a “rellenar” y hornear el pan, mientras él atiende a la clientela de forma amble y cordial, ya desde las 8.30 de la mañana, labor en la que esposa también ayuda.

AMOR Y TRABAJO

Si hay algo que don Jorge y doña María Luisa valoran es el cariño que reciben de los vecinos y vecinas del sector en el cual diariamente van a trabajar. “Hay veces que no abrimos por X motivo, y la gente nos llama y nos pregunta cómo estamos, si nos pasó algo. Igualmente, cuando salimos de vacaciones, nos vienen a ver el local. Esa preocupación es algo que se aprecia mucho, y siempre lo hemos agradecido”, afirma el dueño de “Amasandera Luisita”, que, de paso, se bautizó con dicho nombre en honor a su hija menor, la que antes titularse, ayudaba a sus padres en el negocio, encargándose además del servicio de coctelería.

Consultados ambos en cómo compatibilizan el hecho de trabajar juntos, y llevar a la vez una vida como pareja, doña María Luisa comenta: “es complicado a veces, pues los dos tenemos genios distintos, pero el secreto creo yo, es tener paciencia y tolerancia”, a lo que don Jorge asiente y agrega: “mucha paciencia eso sí” (risas).

Sobre por cuánto tiempo más continuarán con la amasandería, creen que a lo sumo unos 7 a 10 años. “Los hijos ya están grandes, titulados, la tarea está lista, y este trabajo es bien cansador, y uno ya tiene su edad. Si bien es reconfortante el contacto con la gente, los vecinos, el buen trato, los años no pasan en vano”, reflexiona don Jorge.

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