El emblemático negocio lleva más de 70 años en la comuna y mantiene tradiciones que le brindan un aire nostálgico. Su dueña habló con PALD sobre los inicios, su historia y la lucha por mantenerse.
El Emporio Terzolo es parte de la historia de Puente Alto. Sus inicios datan de 1950 cuando, junto a otras familias migrantes, iniciaron el área comercial de la comuna.
Su actual propietaria es parte de la familia italiana que inició el conocido emporio. Caterina Maspes Candia accedió a conversar con PALD sobre su historia y cómo terminó encabezando un negocio familiar con tanta historia.
Cuenta que trabaja con un colaborador hace más de 40 años, con Luchito hace siete y, actualmente, uno de sus tres hijos la ayuda en las tardes. Desde el 2016 que tomó el timón del icónico emporio puentealtino, luego de la muerte de su tío Ennio. La vecina explica que tenía dos opciones: vender o continuar a la cabeza. Así es que siguió. Y no se arrepiente.
Maspes cuenta que trabajó por 33 años como ejecutiva de la banca premium en un banco. Todo muy ordenado y estructurado, con diversos beneficios económicos. No obstante, sobre su trabajo, es clara y señala: “Me encanta, no lo cambiaría por nada. La calidad de vida que tengo hoy día, de poder estar con mis hijos, de tener una relación tan cercana con los clientes, eso no lo cambio. Allá era todo estructurado, allá era cumplir el papel de la ejecutiva seria. Me iba bien, no lo puedo negar; me gustaba, pero esto me gusta más”.
El proceso de adaptación no fue sencillo. Las diferencias laborales se percibieron desde el primer momento, pese a que todo resultó bien para la propietaria, en parte, por el cariño y dedicación que vio en su familia durante toda su vida.
Los negocios de barrio y su buena relación con la comunidad no son algo común. Por lo general, son transacciones respetuosas, al paso, sin embargo, la relación que mantiene con sus clientes ha permitido que el emporio se mantenga en pie.
Pese a que el espíritu del negocio tiene una impronta de barrio antiguo, la trabajadora se ha ido adaptando a las nuevas tecnologías sin dejar de lado los elementos que hacen del Terzolo un lugar con un encanto especial.
En el local hay una pesa, un galletero y una máquina para rallar queso. Todas son antigüedades que no se encuentran en un almacén común, y eso es algo que, de alguna forma u otra, mantiene a la clientela ligada emocional e históricamente al emporio.
Caterina dice recordar con claridad que cuando era pequeña la subían al mesón y le daban una galleta. Sus tíos hacían eso con cada niño que llegaba al local. De vez en cuando, asegura, le han pedido tomarse fotos junto a la reliquia familiar. Agrega que pese a tenerlo, ya no venden las icónicas galletas a granel, puesto que las dejaron de producir hace mucho tiempo.
Otra de las máquinas que llaman la atención es una para moler granos de café. En el local ofrecen a los clientes llevar el grano entero o molido, lo que aromatiza las mañanas del emporio.
Y es que muchos productos se venden a granel: condimentos de todo tipo y de buena calidad, además de diversos tipos de té (negro, blanco, azul, rojo, verde), un producto que se vende con rapidez. “Y puedes llevar lo que quieras, y esa es la gracia: si quiere llevarse $500 pesos, se lleva $500 pesos”, puntualiza la entrevistada.
La vecina comenta que más de un cliente, incluso extranjeros de paso en Chile, vienen a comprar el té que allí venden. Vecinos que se van al sur, también hacen su parada para llevarse a sus destinos.
Cuenta, además, que clientes le han confesado: “Te puse el gorro y se notó demasiado la diferencia”. Pero vuelven, porque el ají color, por ejemplo, tiene un sabor especial. No es un colorante, por lo que regresan, arrepentidos.
INICIOS EN CHILE
Caterina cuenta a PALD parte de la historia detrás de Terzolo, ya que, generalmente, se centra en Ennio Merello Terzolo y Carlo Merello Terzolo. Sin embargo, el tío de ambos, Julio Terzolo, fue quien primero llegó al país e instaló el emporio del mismo nombre que está ubicado en Plaza Italia, y que pertenece a primos hermanos de Caterina.
Posteriormente, Julio se trajo a Ennio y Carlo a Chile. Arrendó el inmueble donde hoy se encuentra una sucursal de Banco Falabella, a un costado de la Plaza de Puente Alto. En ese lugar, los hermanos Merello iniciaron el negocio en nuestra comuna.
Sus tíos venían de sobrevivir a la Segunda Guerra Mundial, por lo que no fue un inicio sencillo, considerando la magnitud y lo que significa una guerra. Pero tenían una visión, “ellos venían con todo en entusiasmo de armar algo, y lo hicieron”, recalca Maspes.
La vendedora cuenta una anécdota ocurrida cuando abrieron, en 1950. “Fue muy gracioso. Yo siempre lo cuento porque es muy divertido: acá llegaban con caballos, dejaban los caballos afueras, la gente de Pirque. Este fue el primer negocio con baldosa, entonces, cuando lo abrieron la primera vez, la gente no quería entrar porque le daba miedo resbalarse”, recuerda sobre los inicios.
Cuando comenzaron a necesitar más ayuda, “mis tíos pensaron en traer al hermano de mi papá, pero era muy desordenado, así es que trajeron a mi papá, Giovanni, que ese es otro desordenado, así que me imagino cómo habrá sido mi tío. Y aquí, cuando llegó, conoció a mi mamá, Nury”, relata.
Su papá instaló una Fuente de Soda. “Hacía unos helados deliciosos, después vino la crisis del 82 y empezó a trabajar con mis tíos”, explica Caterina.
“Se les echa mucho de menos. Los clientes hacen que ellos sigan vivos, porque no hay cliente que no venga y que no diga ‘oye, y tu papá y tu tío…’. Se ponen a contar las historias de que iban a dejarle mercadería en triciclo a su casa, cuando tenían algún apuro, ellos estaban. Dejaron lindas huellas en Puente Alto”, menciona con nostalgia.
Es por eso que cuando asumió el mando, buscaba darle alguna característica especial al negocio familiar, que estuviera ligado a sus fundadores. Así nació el mosaico que está fuera del Emporio Terzolo, ubicado en Balmaceda #66, y que esconde una bella historia entre Caterina y su padre.
La dueña relata que él le contaba sobre un castillo ubicado en Italia, específicamente en Rapallo, Génova, de donde era oriundo. Le decía que allí lanzaban fuegos artificiales para cada año nuevo, y que él ‘le regalaría’ ese castillo. Es por eso que en el 2016, cuando estuvo en dicho lugar para las celebraciones, quedó maravillada y entendió que esa era le referencia que necesitaba.
LA LUCHA POR SEGUIR
Caterina cuenta que no es sencillo mantenerse en pie. Los factores han sido muchos: el estallido social, la pandemia y la economía.
“Yo me estoy dando un tiempo para ver si se puede continuar, que tengo todas las ganas. Además, pusieron unos negocios aquí cerca porque esta calle es muy lenta; si tú comparas Concha y Toro con Balmaceda, son mundos distintos. Entonces, yo lo estoy evaluando, me di un plazo a ver si abriendo estos locales esto empieza moverse un poco más”, explica sobre su situación actual.
Es franca. Sabe lo que significa el negocio familiar y pese a estar analizando los pros y contras, sigue luchando. “Estamos haciendo lo posible por mantenernos y poder seguir, yo a veces digo que sigo más por emociones que por ganancia, porque todavía tengo la esperanza que mejoren las cosas, pero uno no vive de emociones”, precisa.
La propietaria cuenta que es la representante de la Agrupación de Comerciantes Casco Histórico de Puente Alto. Junto a otros comerciantes están haciendo todo lo necesario para apoyarse y trabajar en conjunto para lograrlo, y les ha dado resultados.
“Hemos ganado proyectos por Sercotec. Estamos haciendo de todo, no para sobrevivir, sino vivir, y vivir tranquilos. Tener algo para sobrevivir, no sé si valga tanto la pena, por eso hay un grupo de comerciantes del casco histórico, y en eso estamos, viendo cómo lo hacemos para apoyarnos entre todos. Tenemos apoyo de la Cámara de Comercio y de la Municipalidad de Puente Alto”, señala.
Al final de la entrevista, Caterina vuelve a recordar a su tío Ennio, quien tuvo un accidente que lo dejó en silla de ruedas, pero eso no lo detuvo y siempre iba a atender, justamente, por los clientes que tanto le han entregado a este emporio familiar.
“Cómo no voy a seguir, si tuve ese ejemplo”, argumenta. “Y hoy día soy lo que soy, es mi esencia, es lo que amo”.