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Historias de vivos y muertos en el Cementerio Católico de Puente Alto

PALD se dirigió al cementerio ubicado en el sector de Bajos de Mena. Su historia partió hace más de 100 años y sus trabajadores relatan las anécdotas que han vivido en el lugar.

El Cementerio Católico Puente Alto (ex Bajos de Mena) tiene una gran historia ligada a la comuna, repleta de anécdotas y de trabajadores que han dedicado su vida a trabajar en el lugar.

El terreno pertenecía a la familia Mena, que cedió una parte a la iglesia católica, quienes, a su vez, lo transfirieron al cura Benjamín Varas.

Una vez se normalizaron los papeles para evitar todo conflicto de interés – ya que debía quedar a nombre del Arzobispado de la época–, el cementerio comenzó a funcionar el año 1903.

Aunque su inicio se enmarca dentro de la fe y tradiciones católicas, se permitió el acceso de otras religiones y costumbres sin excepción, puesto que era el único cementerio de la zona y, en aquellos años, se realizaban entre 10 a 15 sepulturas diarias.

Don Óscar Leiva Pérez es sepulturero. Ha trabajado su vida entera en el cementerio. Otros se molestan con el título de su oficio, prefieren ser llamados ‘operarios’, pero a él no le molesta. “A mí me da lo mismo, si llevo tanto tiempo aquí. De repente, me ven y me cuentan ‘ahí va el sepulturero del cementerio’”, comenta sin problemas.

Está próximo a cumplir 66 años, ya jubiló. Vive en la comuna junto a su esposa, la señora Alicia Soto, con quien tiene tres hijos e hijas. Todos viven en la costa y siempre le invitan a que se vaya a vivir para allá, pero no les gusta el mar.

Leiva relata que llegó muy pequeño al cementerio, junto a su familia. Su padre era el cuidador y su madre se encargaba de hacer labores administrativas. En total, era cinco hermanos, uno de ellos, falleció.

Situaciones paranormales suelen estar asociadas a lugares como un cementerio, sin embargo, pareciera no ser una constante entre los trabajadores y trabajadores del camposanto.

Bierka Hernández Berríos es la actual administradora del lugar. Lleva siete años trabajando en el cementerio, y en marzo de este año asumió su nuevo cargo. Consultada por PALD sobre experiencias sobrenaturales, dice no haber presenciado ninguna.

“Siempre hay rumores, sobre todo en la noche, esas cosas que el nochero nos cuenta, pero algo así, que yo diga que están penando, no. Es más tranquilo”, dice.

Como es usual en los cementerios, en el lugar se respira tranquilidad. Además, la nueva administración comenzó a implementar labores importantes de forma transversal: se está realizando un aseo profundo, nuevos proyectos y contratación de personal.

Don Óscar también destaca la ayuda que está recibiendo como trabajador. Al ser el más antiguo, ha visto las mejoras y la ayuda que significa tener más colegas.

“Esta administración contrató más gente y nos alivianó la pega, y qué bueno que nos hayan ayudado, porque nosotros teníamos que preocuparnos de arreglar, de pintar, de las sepulturas, entonces, nos ayuda harto”, señala sobre los cambios.

LOS MUERTOS

Don Óscar contó a PALD que tiene unas cuantas historias de situaciones paranormales que ha enfrentado. Las cuenta sin temor, de hecho, comenta que espera ver cosas así, pero el lugar es muy tranquilo.

“En esa casa, el pancho, mi hermano, compró un Taca – Taca, de esos grandes. Y nosotros estábamos afuera y desde ahí se escuchaba como corría la pelota y metían el gol”, relata.

Otra de la experiencia que menciona tiene mayores similitudes con una situación fuera de lo normal, la que llegó a su memoria después de varios minutos de conversación.

“Una vez venía caminando de adentro del cementerio, como a las siete de la tarde, y había una corrida de nichos y veo a un hombre caminando, de pantalón negro y camisa celeste. Y estaba oscureciendo, lo veo, y se esconde adentro del nicho… ‘este debe ser el pancho, quiere asustarme el huevón’, pensé yo. Así que cuando iba llegando allí, agarré el martillo y me fui despacito para ver a dónde se había metido, pero no había nadie”, recuerda.

Óscar cuenta sus historias sin miedo. No le teme a los muertos. De hecho, dice que, a veces, ha querido ver algo paranormal; no obstante, señala tenerle más miedo a quienes puedan entrar al cementerio.

“Yo ando solo por ahí para dentro, y no me da miedo, yo siempre he querido ver cosas así, paranormales, anormales, pero nada. Uno le tiene más miedo a los que entran por la puerta, una vez cogotearon a uno, le quitaron sus herramientas. Ahora es diferente, la administración se preocupa de nosotros y es otra forma de prestarnos más ayuda. Se ha visto cambio”, dice.

LOS VIVOS

No sólo lo paranormal ronda en los cementerios. Brujería, ocultismo, magia negra. Muchos son los títulos que reciben las evidencias que han encontrado sepultureros y otros funcionarios.

Y el Cementerio Católico de Puente Alto no se queda atrás. Bierka, en sus años previos a asumir como la administradora del lugar, realizaba otro tipo de labores administrativas. En esa época, vio cosas ligadas a la brujería: cajones pequeños (que simulan ser ataúdes), ropa interior, fotografías en frascos, entre muchas otras cosas.

La trabajadora explica que el cementerio colinda con una viña. “Y esa gente entra a la hora que no corresponde. Yo tampoco lo creía, pero cuando entré a trabajar aquí, sí lo vi”, comenta.

Por su parte, Leiva adquiere una actitud diferente cuando comienza a describir lo que ha encontrado. La diferencia es la realidad detrás de los hallazgos. No hay dobles lecturas: alguien lo puso ahí.

“De repente, tenemos que escarbar sepulturas y encontramos de todo, frascos con cuestiones adentro: paquetes, monos hechos de camiseta, que en la cabeza tienen la foto de una persona. Pollos, gallinas negras, tripas de animales. De repente se ve ropa íntima, fotos pinchadas con alfileres. De todo”, detalla el sepulturero. 

Agrega que “cuando yo los encuentro, las he tratado de desarmar y de tirarlas al agua, porque dicen que hay que tirarlas al agua y se van… Quizás, más de alguna vez hemos salvado a uno”.

Aparentemente, la práctica ha ido a la baja. Don Óscar relata que “antiguamente se veía más, ahora no encontramos tanto, porque no escarbamos la tierra, ya no se sepulta en tierra, pero de repente, uno mete una pala y lo primero que sale es un cajoncito, un ataúd chiquitito. Pero yo no lo abro: lo dejamos ahí, lo botamos… no me atrevo a abrirlo, porque uno no sabe lo que puede pasar, es la desconfianza de que le puede pasar algo a uno, que se puede revertir a uno”.

PALD acompañó a Leiva hasta una sepultura. En ella, dejó un frasco que encontró mientras removía la tierra. En su interior, era posible divisar una fotografía y alfileres, además de contener lo que, aparentemente, serían vísceras. El recipiente expelía un olor intenso, pestilente.

Las historias que rodean los cementerios suelen tener componentes que no ofrecen muchas alternativas: creer o no creer, es real o una casualidad.

Lo cierto es que eso sólo lo determina quien vive esas experiencias.

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