Felicidad y mucha energía es la que irradia doña Elvira, una de las fundadoras del Centro de Madres Santa Cecilia (hoy CAM) y miembro el grupo de baile “Juventud Otoñal”.
Desde la ciudad de Iquique, a mediados de los ‘50 -y con tan solo 16 años- Elvira Domínguez llegó a vivir a Puente Alto, comuna a la que dice “le costó adaptarse en un principio”, pues el cambiar los aires de una ciudad costera, con un incesante ajetreo, contrastó con el ambiente más rural y campestre que presentaba la capital provincial por esos tiempos.
“Acá llegamos primero a la casa de una tía, a la población Maipo”, recuerda. “Mi padre era militar, por su trabajo, nos fuimos desde San Fernando al norte, y de ahí al tiempo nos vinimos con toda la familia a Puente Alto… ¡éramos 15 hermanos! Yo era la mayor eso sí. Luego de encontrar una casa, nos fuimos a vivir a una bien grande, cerca del centro”, agrega.
Como dato, la casa a la que hace mención doña Elvira es la que hoy actualmente es el inmueble que ocupa el Círculo de Suboficiales (R) de la Defensa Nacional Puente Alto, ubicada calle Santa Elena.
Ya instalados en su nuevo hogar, su padre, quien renunció al Ejército para ejercer finalmente su profesión de contador, abre una oficina en el centro de la comuna, frente a la hoy ex Panadería “La Chilenita”.
Cuenta que al poco tiempo, conoció a quien sería su marido. “Él era mi vecino… Yo tenía un papá de formación militar, ¡era muy estricto! costaba mucho el que nos viéramos y pudiéramos salir juntos. Finalmente, me casé con él a los 20 años”, indica.
Fue así como ya una vez comprometidos, mientras su marido llevaba los gastos del hogar gracias a sus trabajos en el rubro textil –como empleado de empresas como Hilos Cadena, entre otras- doña Elvira se preocupó de la crianza y educación de sus seis hijos.
EL BAILE Y LAS REUNIONES DE SU QUERIDO CLUB
Ya en los años 80, se convierte en una de las fundadoras del Centro de Madres “Santa Cecilia”, el que en 1999 pasó a ser un Club de Adulto Mayor (CAM), manteniendo eso sí el nombre que las vio nacer.
“Soy de las poquitas que quedamos desde los inicios”, comenta. “Este club ha sido muy importante para mí, es mi segunda familia. Acá traía a mis hijos, que lo pasaban muy bien y además los regaloneaban mucho todas las socias. ¡Si hasta un nieto alcanzó a acompañarme! Incluso pudo viajar conmigo a algunos de los paseos que organizábamos”, añade emocionada.
Cuenta con mucha felicidad, que ya con los hijos mayores y con más tiempo libre, pudo dedicarse a una de sus grandes pasiones: el baile. Desde hace más de 20 años forma parte del conjunto “Juventud Otoñal”, en que afirma “bailamos variados estilos, y nos hemos presentado en distintos lugares de la comuna, en eventos municipales y actividades varias. Es algo que me llena el alma, y que pude aprender ya mucho mayor. ¡Nunca es tarde para hacer lo que a uno le gusta!, y además, me hace estupendo para la salud. ¡Estoy impecable!”.
(Nota y fotografías en edición impresa de sábado 31.8.19)