La presidenta del Coro Dulces Voces, Cecilia Estay, se muestra muy feliz por el aniversario número 5 del club de adulto mayor que dirige, en que el canto es el protagonista de las jornadas en que sus socios se reúnen dos veces por semana a ensayar. En todo este tiempo, se han presentado exitosamente tanto en Puente Alto así como en otras comunas de Santiago, en donde siempre dejan bien puesto el nombre de la comuna.
Es a los 11 años que doña Cecilia llega a la capital provincial, muy pequeña, desde Santiago centro junto a su madre y sus dos hermanos mayores. “Ella fue una mujer muy abnegada. Tuvimos un padre ausente, y mi mamá se preocupó por nosotros tres, de que no nos faltara nada. Ella es mi gran ejemplo hasta hoy. Luchó por sacarnos adelante, en su trabajo en una fábrica de confecciones”, recuerda con emoción al referirse a su progenitora.
Tras finalizar sus estudios en la Escuela Técnica Las Nievas, doña Cecilia ingresó a INACAP, “¡que por esos tiempo el más cercano quedaba por Panamericana Norte! No como ahora que tenemos uno cerquita”, remarca, institución educativa en que cursaría diseño, modelaje y confección, en lo que trabajó por algunos años, pues al contraer matrimonio y nacer sus hijos, decidió emprender con un negocio hogareño de venta de prendas de vestir, para así poder estar tiempo junto a sus pequeños.
“Viajaba mucho a Mendoza, a Iquique, me iba en bus, así que los viajes eran bien sacrificados. Traía eso sí muchos productos para vender, desde sábanas a chaquetas de cueros, venía cargadita. Antes con eso me iba bastante bien. Después solo me dediqué a administrar mi bazar/librería ‘Mi Sol’ en el que hasta hoy atiendo por las tardes”, comenta.
UN SUEÑO VUELTO REALIDAD
El hecho que doña Cecilia esté presente tan solo por las tardes en su local responde a que por las mañanas enfoca todas sus energías asistiendo por un lado al Club de Formación Musical Los Retoños, en el que ya lleva 11 años, y también a las reuniones del Coro Dulces Voces, en que como línea más arriba se explicó es hoy su mandamás y una de las socias fundadoras: así como la música se ha convertido en parte importante de la vida de la mujer en estos última década.
“Yo tenía cero experiencias musicales. De niña, mi sueño era poder tocar la guitarra, lo que no pude hacer por falta de recursos…. Ya adulta, me inscribí en un taller municipal de guitarra, y hubo tan buena onda con los demás compañeros, que así es como nace el Club Los Retoños. Dicen que nunca es tarde para aprender”, sostiene.
En tanto, en el coro Dulces Voces lleva a la práctica su fascinación por el canto, complementando su quehacer musical. “Ambos clubes son para mí mi otra familia. A mi hijo menor, Christopher, de chiquitito le inculqué el saber tocar un instrumento. Hoy, él es ingeniero en sonido. Yo creo que él después, ya grande, me heredó en cierta forma el gusto y pasión por la música…. ¡Fue al revés la cosa”, señala entre risas.