Javiera Mosqueda Castro[1]
A diario escuchamos o decimos que es importante que niñas y niños asistan a la sala cuna y jardín infantil, porque esto favorece sus procesos educativos, porque allí aprenderán a socializar y a compartir. Pero más allá de estas valiosas razones, ¿qué otros motivos de peso sustentan la relevancia de que niñas y niños acudan permanentemente a estos espacios pedagógicos en su primera infancia?
Es verdad que los primeros 6 años de vida constituyen una etapa fundamental para el desarrollo físico, neuronal y emocional de una persona. Durante este tiempo se sientan las bases para los años venideros en la vida de niñas y niños, definiéndose aquello también llamado “arquitectura cerebral”, por lo que el especial cuidado y las oportunidades de exploración y experimentación disponibles para ellos y ellas en esta fase de su crecimiento serán cruciales para sus aprendizajes y desarrollo posteriores.
Si bien como argumento esto es correcto y esencial, es necesario que avancemos y consolidemos una mirada a la niñez que la trascienda como mera base de un porvenir. Pareciera ser que toda vez que hablamos de infancia nos referimos a lo que viene, al “futuro de nuestro país”, o a “los adultos del mañana”, pero muy pocas veces hablamos de la niñez en presente. El problema en ello está en que aludir a niñas y niños como “proyectos de adultas y adultos” implica asumir que sus experiencias en educación parvularia solo mostrarán frutos cuando “superen” su infancia y, con ello se invisibiliza y se deja de evidenciar la riqueza de sus experiencias de aprendizaje actuales.
La invitación a asistir al Jardín Infantil responde a una necesidad presente de las niñas y los niños hoy, no para mañana, no de ayer, sino hoy. En el espacio pedagógico, el juego, la exploración y la experimentación son acciones centrales precisamente porque son las principales ocupaciones y representan el mayor goce de la primera infancia.
El niño y la niña no juega pensando en qué será el día de mañana. Es ahora cuando él y ella se acercan con curiosidad a mirar una filita de hormigas en el patio, y es ahora cuando invitan a una amiga a observarlas también. En ese momento, en esa pequeña fracción de tiempo, no existe otro escenario que no sea el presente del descubrimiento, de la maravilla de una hilera perfecta de diminutos insectos.
Esa pequeña porción de mundo que es el patio común, significa para niñas y niños felicidad, aprendizaje y desarrollo y si además un adulto significativo se acerca justo en ese momento con una lupa, una canción, una pinza o una pregunta, el mundo se enriquece y se abren ventanas a la hipótesis, a más preguntas, a otras canciones, a nuevos vínculos, etc. La infinita riqueza y posibilidades de lo que sucede en el patio del jardín infantil nos ayuda a comprender mejor por qué es importante que ese niño y esa niña estén ahí.
¡Vamos al Jardín Infantil! Volvamos por el goce de jugar, por el único afán de descubrir, de explorar y de reír. Permitamos que la infancia se encuentre en la tarea más trascendental de todas: descubrir e interpretar el mundo a través del juego, desde la complejidad y la simplicidad de su mirada, para que niñas y niños aprendan, se desarrollen y sean felices hoy.
[1] Directora Regional Metropolitana Suroriente de Fundación Integra. Educadora de Párvulos, Magíster en Administración y Gestión Educacional y Magíster en Neurociencias Aplicadas a la Educación. Previo a su actual rol, se ha desempeñado como educadora de aula, directora de jardín infantil y asesora técnica de unidades educativas en el ámbito privado y público.