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Amor por la enseñanza y el baile

Silvia Gaviño dejó su natal Antofagasta para radicarse en Puente Alto, en donde fue conocida por formar grupos de ballet, los que dirigió en colegios de la comuna.

En Chuquicamata, hace ya 82 años, nació Silvia Gaviño Morales. Segunda de tres hermanos, realizó sus estudios en Antofagasta bajo la tutela de sus abuelos maternos. Allá, en el norte el país, tenía su vida, en donde además se casó y tuvo a sus tres hijos.

            A los 40 años, toma la decisión de ingresar a  estudiar Pedagogía en Castellano en la Universidad de Chile en Antofagasta. “Era algo que quería hacer desde hacía tiempo. A mí me vienen estas locuras o ideas de repente y hago las cosas no más, sin pensar mucho”, comenta entre risas doña Silvia.

Y es que su llegada a Puente Alto fue de la misma forma: “una amiga tenía una tintorería en Santiago, y un día me dice, ‘Silvia, ¿conoces a alguien que quiera arrendarme una casa acá en Puente Alto? Yo debo desocuparla porque debo irme al norte’. Yo pensé, ‘¿y si me voy para allá no más?’ Así que tomé mis cosas y me vine junto con mis dos hijos. Yo estaba ya separada de marido en ese tiempo, pero él siempre me ha apoyado en todo”.

Cuenta que su familia no creía lo que estaba haciendo, pues en Antofagasta Silvia tenía su vida ya prácticamente hecha, con casa y trabajo. La gente me dice que cuando se me mete algo en la cabeza es muy difícil que cambie de idea”, comenta. Sus padres dice fueron quienes más sufrieron, pero la decisión ya estaba tomada.

FORMANDO BAILARINAS

Es así como doña Silvia llega a la capital provincial, en donde no conocía nada ni a nadie, pero, afirma,  tuvo un grato recibimiento en la comuna, sobre todo de parte de sus colegas de la Escuela 621 (Nonato Coo), en donde fue profesora durante varios años, labores que también desempeño en el colegio San Luis de Gonzaga.

De niña, ya había demostrado interés por la música y el baile: en esta última disciplina artística, tomó clases con don Julio Galván, de quien guarda los mejores recuerdos, y hasta hoy agradece a su madre. De esta forma, en los establecimientos en los cuales se desempeñó, además se ser profesora de castellano, se dedicó a formar niñas en el ballet, organizando grupos de baile con niñas de diversas edades, a los que ocasionalmente se sumaban también varones.

“Con mis niñas íbamos para todos lados. Con los diferentes grupos de ballet nos presentamos en diversos lugares de la comuna, como la Plaza de Puente Alto, el Estadio Municipal, fuimos hasta San José de Maipo. Era algo muy lindo y me llenaba el corazón”, señala emocionada.

Tras jubilarse, continuó por unos años trabajando como docente en un colegio particular en Santiago, es donde también formó un grupo de baile. Hoy, ya “retirada de las pistas”,dice que igualmente, a su edad,  practica de vez en cuando en el patio de su hogar, para no perder a costumbre. Además, tengo muy buena salud”.

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