Entre grasas, bujías, llantas, llaves y tuercas, encontramos a Juan Ramón Bustamante Tapia, un hombre que, junto a su hijo, sigue trabajando duro en su taller mecánico ubicado en la calle Arturo Prat #323. Allí, conmemorando 30 años en esta dirección y 64 años de ejercicio en la mecánica, este veterano de la vida ha dejado un legado que hoy su hijo continúa. A sus 80 años, su rostro, visiblemente cansado, muestra las marcas de una vida entregada al trabajo, afectado por la diabetes y con problemas de visión. Su cuerpo, algo agotado por el peso de los años, todavía mantiene la misma pasión que lo llevó a tener su primer trabajo de mecánico a los 14 años, cuando aún era solo un niño.
Nacido en la localidad de Los Silos, Pirque, Juan Ramón creció en una familia sencilla. Estudió algunos años en el colegio El Llano de Pirque, pero pronto decidió dedicarse a la mecánica. A los 14 años, comenzó a trabajar en un taller mecánico en la calle Balmaceda, frente al molino de Puente Alto, bajo la tutela de don Manuel Izurieta Molina. Durante 20 años se levantó temprano todos los días, viajando desde Pirque a Puente Alto para cumplir con su labor, forjando un oficio que le acompañaría el resto de su vida.
Después de ese extenso periodo en Puente Alto, decidió irse a Santiago, donde trabajó en una empresa mecánica en la calle San Joaquín con Carmen. Su talento lo llevó al norte del país, a Chuquicamata, donde estuvo tres años reparando camiones y maquinarias pesadas. A pesar de la distancia, volvía una vez al mes a Santiago para ver a su esposa, con quien se había casado a los 22 años. Sin embargo, el llamado de la independencia fue más fuerte, y al regresar a Santiago decidió montar su propio taller en Manuel Rodríguez con Germán Ebbinghauss. Allí trabajó con dos ayudantes durante ocho años, antes de trasladarse a Santo Domingo con Eyzaguirre, donde continuó con su oficio.
Antes de instalarse definitivamente en la calle Arturo Prat, Bustamante también incursionó como empresario de transporte, adquiriendo una micro y un bus que operaban en la línea 80 durante una década. Sin embargo, los tiempos cambiaron, y al no poder modernizar su flota, decidió retirarse del rubro. También destacó como dirigente de la agrupación de microbuseros y, fiel a su amor por el fútbol, se convirtió en un líder en su club deportivo Roberto Frojuelo, donde ejerció diversos cargos, incluyendo el de presidente. Además, llegó a ser secretario de la Asociación de Fútbol local, un rol que desempeñó con el mismo compromiso que pone en su trabajo mecánico. Los sábados aún se le puede ver en Pirque, apoyando al club Santa Rita junto a su amigo René Yáñez.
Hoy, con 80 años cumplidos y 65 dedicados a la mecánica, Juan Ramón Bustamante sigue en su taller de la calle Arturo Prat, acompañado por su hijo Juan Ramón, quien ha tomado las riendas del negocio familiar. A pesar de su salud delicada, afectada por la diabetes y la vista que ya no le acompaña como antes, don Juan Ramón asegura que seguirá colaborando en el taller hasta que la vida le indique que es momento de parar.
Así dejamos al mecánico más antiguo y aún vigente de Puente Alto, un hombre que, a través de su trabajo, ha educado a sus hijos, construido su hogar en San Gerónimo y sacado adelante su taller. Hoy, se da el lujo de disfrutar de sus cuatro nietos: José, Nicolás, Daniel y Gabriel, con quienes comparte y regalonea en su tiempo libre. Sin duda, Juan Ramón Bustamante Tapia es un ejemplo de esfuerzo, dedicación y legado, un mecánico que, a pesar de los años, sigue fiel a su vocación.